La niña guindilla

Pachi Larrosa

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Jueves, 17 de septiembre 2020, 13:09

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En un estrecho callejón del barrio de El Carmen débilmente iluminado, se abren dos puertas con cuarterones que dan a lo que parece el bajo de una casa. Dentro, en un pequeño espacio, ocupado en su mitad al menos por un gran baño y una cocina abierta, se distribuyen cuatro mesas. 18 comensales, 20 si se aprietan un poco, son los que caben en este singular restaurante administrado por una joven pareja que tiene dos pasiones: viajar y cocinar. No hay teléfono. No se aceptan tarjetas. Solo se puede reservar a través de Facebook o en persona. Si usted llega más de 15 minutos tarde, pierde la reserva. El mobiliario parece sacado de un rastro y de casa de la abuela a partes iguales. La cocina, como la de un apartamento, abierta al comedor y separada por una barra de madera. Esto sí que es un auténtico show cooking. Y la comida, pues una gozada: una sucesión de sorpresas fusión de muchas cocinas, elaboradas con cabeza y corazón: hummus de remolacha y cuquillo, tomate asado con mozzarella, jugo de pimiento, anchoa y albahaca, buñuelo de dorada, queso cremoso y espìrulina unos deliciosos lomitos de sardina tempurizada, en el picoteo; pulpito a la brasa con picada tailandesa, panceta a baja temperatura lacada, con crema de coco y cítrico dulce y ceviche de corvina, en el capítulo ‘para compartir, y platos como salmonete al soplete con un ajoblanco de anacardos; Com tan de presa ibérica, raviolis de rabo de toro seta y manzana, lingote de cochinillo a baja temperatura... Y la mayor sorpresa de todas (agradable) se produce cuando te traen la cuenta.